A PROHIBIR EL FUETE

Por : Luis Alfonso Cabrera

El castigo físico no corrige, no cambia la conducta de los niños y adolescentes, sólo genera miedo, ansiedad, depresión, daña la confianza en los padres…

La humanidad ha crecido convencida de que los castigos físicos son indispensables para la formación, la disciplina y la purificación, creencia basada en equivocadas interpretaciones cristianas, pues al Dios del amor, algunos lo ven como símbolo de dolor, sufrimiento, penitencia y suplicio purificador.

Con este criterio, el modelo educativo institucional impuso el paradigma de “la letra entra con sangre entra”. De esta manera todos los niños aprendimos a sufrir en la casa, en la escuela y en toda institución “formativa”, el castigo como medida disciplinaria y correctiva, con una bofetada o correazo, en el mejor de los casos. Esta práctica fue aceptada en casi todas las sociedades, sin cuestionar su significado ni su efectividad, estableciendo una cultura de violencia desde la infancia, contraria a la dignidad humana.

El castigo corporal se ha entendido como necesario, cerrando los ojos frente a los daños físicos visibles y numerosos daños morales y psicológicos invisibles y duraderos. Hoy ninguna forma de violencia puede ser justificada.

La Convención de Derechos del Niño de la ONU de 1989, fue el primer instrumento internacional de protección de la infancia contra todas las formas de violencia física o mental (a 19).

En este mes de julio el gobierno francés se ha comprometido con ponerse al día en prohibir el castigo físico a los niños. En la actualidad son 56 estados en el mundo tienen vigente esa norma, Suecia fue el primer país en legislar la materia en 1979. En Europa 27 de los 47 estados miembros del Consejo Europeo han prohibido los castigos corporales. En americalatina solo tres países cuentan con la prohibición: Uruguay, Costa Rica y Venezuela.

En el mundo casi el 90% de los padres, docentes y autoridades creen en las bondades de los castigos físicos con fines correctivos o educativos. Mientras ellos consideran que una cachetada o nalgada hacen parte de la disciplina, los estudios científicos han comprobado que estos castigos, por moderados que sean generan en los niños consecuencias negativas en la salud física y mental.

En Colombia, a través del ICBF, se presentara en la próxima legislatura el proyecto de prohibición. Actualmente, el código civil en su art 262 avala a padres y tutores el vigilar, corregir y sancionar moderadamente a sus hijos.

Es de insistir que el castigo físico no corrige, no cambia la conducta de los niños y adolescentes, solo genera miedo, ansiedad, depresión, daña la confianza en los padres y genera más violencia, dependiendo de la intensidad y frecuencia del castigo. El castigo físico logra una obediencia inmediata por miedo, pero no es una conducta reflexiva ni comprensiva, solo genera sumisión y obediencia instantánea, con consecuencias negativas hacia el futuro.

Se ha establecido que en los países en donde se ha prohibido la violencia física la violencia juvenil se ha reducido de un 40 a 70%.

La legislación internacional se divide entre los países que prohíben totalmente el castigo físico, otros países prohíben el castigo físico en los colegios, pero lo tolera en los hogares y los peores países toleran el castigo físico en las escuelas y en las casas.

Pero la conclusión es clara, la violencia engendra violencia, y los adolescentes que no ha sufrido castigo físico muestran menos agresividad.

Con esto no estamos promoviendo o alcahueteando, como se dice popularmente, la indisciplina o el desorden de los niños y jóvenes, sino motivando a buscar otra clase de correctores, menos violentos, más inteligentes, más respetuosos con la integridad de los chicos.

El verdadero problema es que los padres y docentes no estamos preparados para reaccionar de otra manera. La mayoría de padres reaccionan con insultos y golpes, como es natural en la tradición violenta de nuestros pueblos. Son pocos los padres que guardan la calma, dialogan con los hijos, explican con razones y en calma el error o las consecuencias de una conducta negativa del menor. Claro, ser inteligente, moderado y comprensivo, es más difícil que el viejo método de rejo.

Bueno, pues ahí esta planteado el reto, para nuestro municipio y la región, muy propensa a corregir con fuete, continuaremos reflexionando sobre el tema con los protagonistas de la educación familiar y escolar.

luisalfonsocabrera@yahoo.es

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