¿A QUIÉN ENGAÑAS, ABUELO?
Por: Darío Pantoja B.
Se siente una campaña presidencial con mayor complejidad que todas las anteriores. Los resultados que siempre han mostrado una superioridad electoral del candidato Gustavo Petro sobre todos sus contendores ha generado en estos, dos reacciones: por un lado llamados desesperados a sus pares a una unidad por conveniencia numérica y, por otro, a lanzar falsos juicios de valor en contra de quien está por encima de todos, tendientes a desacreditarlo y bajarlo de ese persistente y amenazante primer lugar.
Hace cuatro años se intensificó la historia de un “castrochavismo” para mostrar las supuestas consecuencias en el país, si resultaba ganador el entonces candidato de la Colombia Humana y hoy, los grupos que no han servido al Estado -léase: se han servido del Estado-, se muestran férreos a un dogma eterno promulgando que ellos representan mantener una supuesta democracia y unas libertades, contrario -dicen- al destino del país en caso de ganar el ahora líder del Pacto Histórico.
Para el ciudadano que tenga una suficiente ilustración y conocimiento de la historia moderna del país, sabrá que no tienen autoridad política para advertir anomalías económicas y sociales, quienes representan los grandes desfalcos que siempre nos han acompañado y el abuso del poder a favor de terratenientes y acaudalados benefactores de campaña, en detrimento de elementales derechos de toda la población, sobre todo de la más vulnerable, que crearon los estallidos sociales en las calles y carreteras del país desde 2013, como el efecto de una olla a presión.
El pueblo campesino e indígena sin tierras, desempleado sin oportunidades, estudiantil sin estudio, agricultor sin competencia para los TLC, jóvenes que no alcanzarán a pensionarse, usuarios -no pacientes desde la Ley 100 de 1993- de la salud sin salud, educadores estigmatizados, medios de comunicación amenazados y, líderes sociales y reincorporados sujetos a impunes homicidios selectivos, por ejemplo, hacen que el país esté cansado de lo mismo y pida a gritos un cambio de dirección.
El uribismo con su jefe eterno ya no tiene la credibilidad que les permitió dominar el Estado a sus anchas. Tal vez por alguna razón estratégica y, en todo caso, lejana a un acto de sinceridad, el exmandatario admitió que la pérdida política que se reflejó en las anteriores elecciones para el Congreso y consultas presidenciales, tuvo como origen su desgastada imagen en la sociedad colombiana “por la afectación a mi reputación”, dijo.
Por igual magnitud de su ahora falta de credibilidad social, genera hasta jocosidad su estrategia de mostrarse así mismo y a su grupo de súbditos, como adherentes a un supuesto candidato “independiente”. Para NADIE en mayúsculas, subrayado, en letras cursivas y en negrilla, convence que el candidato Fico no hace parte de las huestes del exmandatario y su partido, cuando esta candidatura era evidente y segura desde antes que sacrificaran al doctor Zuluaga como supuesto candidato del Centro Democrático, tal como en su momento aquél ordenó hacer con Pachito Santos, quien tampoco mostró indignación, sino también eterna sumisión.
Por todo eso, el doctor Álvaro Uribe debe comprender que se le hizo tarde hace mucho el cumplir su ya vieja pública promesa y dedicarse a disfrutar de sus nietos que se le estarán creciendo. Ya no puedes engañar, abuelo.
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