Por : Luis Alfonso Cabrera
Con toda su sensibilidad y amor por la vida, fue activista político, dirigente del Movimiento Obrero Independiente y revolucionario (MOIR, un compromiso social que se refleja en la calidad de su dramaturgia, como es el caso de la obra “Monte Calvo”, sobre la tragedia de los colombianos que pelearon en una guerra ajena en Corea, o “Los inquilinos de la ira”, en la que denuncia al Estado ladrón.
“¿Usted sabía que una oveja es una nube con paticas, o que un gato es una gótica de tigre?, que una gaviota es un barquito de papel que aprendió a volar, y que, si hubiera enamorados en la luna, en noches de tierra llena, ¿cogidos de la mano contemplarían el océano azul lleno de estrellas de mar?”
Estas respuestas hacen parte del libro Preguntario, de Jairo Aníbal Niño, el escritor boyacense que este 30 de agosto cumple veinte años de desaparecido.
Jairo Aníbal Niño, nació en Moniquirá, Boyacá, en 1941, de niño sufrió la violencia que asesinó a su padre, y a temprana edad tuvo que huir con su familia a Bucaramanga. Inició su vida de artista practicando el dibujo y la pintura, formó parte del grupo artístico La Mancha, luego se dedicó al teatro, fue actor, titiritero en el Grupo Juan Pueblo de Medellín, fue cofundador del teatro universitario, director de la Escuela Distrital de Teatro, director de teatro en la Universidad Nacional, y del Teatro Libre de Bogotá, fue maestro de escuela, docente universitario, y director de la Biblioteca Nacional de Colombia hasta 1990. Sus obras dramáticas abordan los complejos conflictos sociales del país, han sido representadas en diversos países de América y de Europa, y han sido traducidas a numerosos idiomas.
Con toda su sensibilidad y amor por la vida, fue activista político, dirigente del Movimiento Obrero Independiente y revolucionario (MOIR, un compromiso social que se refleja en la calidad de su dramaturgia, como es el caso de la obra “Monte Calvo”, sobre la tragedia de los colombianos que pelearon en una guerra ajena en Corea, o “Los inquilinos de la ira”, en la que denuncia al Estado ladrón.
Y así como escribió sobre la crudeza y la brutalidad de la vida en un país desgobernado por unos dirigentes mediocres y corruptos, su alma fue generosa al regalarnos obras de ternura y alegría, con la literatura infantil y juvenil, poesía llena de esperanza, constituyéndose en un icono en la literatura Latinoamericana.
Jairo Aníbal Niño le cantó a la infancia, al estudiante enamorado de la niña de trenzas que se ríe lindo, sus versos son cajas de colores para pintar la vida, con dibujos de gaviotas, risas y arco iris. Un niño le pide a una niña que le sostenga los avioncitos de papel porque ella es su cielo, otro se lamenta por un partido de fútbol que perdió por la goleada que le metió una niña con su ausencia, o la lección de geografía de un niño que limita al norte, al sur, al este y oeste con Patricia, o el niño que desde que conoció a Helena aprendió a hablar en Helenañol, o la niña que tiene una sonrisa como un gol olímpico y unos ojos como un cinco en algebra.
Un buen profesor o un buen padre de familia, no pueden dejar de leer a sus alumnos o a sus hijos el libro “La alegría de querer”, tan importante como conocer el mar o elevar cometas, de eso depende el buen corazón de los futuros hombres y mujeres de esta tierra. Seguramente el gran vacío de poesía y el afecto sea la causa de que las actuales generaciones sufran tanta guerra.
En estos tiempos de oscuridad y masacres, nos hace tanta falta la luz de la ternura, que nos permite apreciar la vida y la esperanza, porque solo con la alegría de querer nos permitirá construir verdaderos senderos de fraternidad.
Un regalo más de Jairo Aníbal Niño:
El día de tu santo
te hicieron regalos muy valiosos:
un perfume extranjero, una sortija,
un lapicero de oro, unos patines,
unos tenis Nike y una bicicleta.
Yo solamente te pude traer,
en una caja antigua de color rapé,
un montón de semillas de naranjo,
de pino, de cedro, de araucaria,
de bellísima, de caobo y de amarillo.
Esas semillas son pacientes
y esperan su lugar y su tiempo.
Yo no tenía dinero para comprarte algo lujoso.
Yo simplemente quise regalarte un bosque.
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