Dos Posturas en la Politíca.
Por: Darío Pantoja B.
Si nos remontamos a términos filosóficos antiguos, recordaríamos que la política se define como “el arte de gobernar”, concepto que reiterada y públicamente lo sostienen algunos candidatos para responder ese cuestionamiento. Sin embargo, se debe diferenciar el concepto tradicional de la política con la práctica de la misma.
En estos días durante dos momentos y en dos lugares distintos, tuve la oportunidad de dialogar, entre otras muchas personas, con dos egregios ipialeños cuyas edades en ambos casos superan los setenta años. Nos fue inevitable no hablar de política.
Aunque tratamos ese mismo tema y se trataba de dos ciudadanos que habían recorrido sus vidas bajo una misma generación, resultó sobresaliente que cada uno cuenta con una postura diversa de la realidad política nacional y de nuestra localidad.
Tal vez mi posición personal sobre ese tema no les sirvió de mucho cuando intentamos conciliar ciertas divergencias, debido al pensamiento tradicional de uno de los interlocutores y por la radical visión por parte del otro.
El primero adujo que la política era una temporada necesaria para los destinos de todo el país y que, si bien se dice de ella muchas cosas malas, también es cierto que es necesaria por encima de las críticas. Expresó que en la política hay hipocresía y que sirve en muchos casos como causa particular de enriquecimiento económico en detrimento de los intereses de los ciudadanos. Finalmente concluyó que esa es la política y que nadie en el país la podía cambiar porque quienes lo intentaron ya no están en este mundo. Que por esta razón seguirá votando por los tradicionales.
Por su parte, el segundo personaje, con abierto pesimismo sobre todo lo relacionado con la política, inició su discurso expresando que todos los candidatos son unos mentirosos y que como gobernantes exclusivamente piensan en ellos y en sus familias. No aceptó ningún nombre como ejemplo de candidato honesto ni me permitió, siquiera, colocarle controversia fundada sobre su postura. Aquél, terminó la conversación muy deprisa, tal vez en su afán de no escuchar una versión distinta a la suya, expresando que dejó totalmente de ejercer el derecho al voto como muestra de su protesta ante un sistema electoral enviciado.
Ante esas dos posiciones contrarias de un mismo tema, no pude evitar realizar una autorreflexión, como quiera que aquellas reflejan una realidad nacional.
Si nos remontamos a términos filosóficos antiguos, recordaríamos que la política se define como “el arte de gobernar”, concepto que reiterada y públicamente lo sostienen algunos candidatos para responder ese cuestionamiento. Sin embargo, se debe diferenciar el concepto tradicional de la política con la práctica de la misma.
La política se conforma como las acciones en el manejo de lo público en todos los ámbitos de lo cotidiano: en el presupuesto, en la salud, en la educación, en el deporte, en lo ambiental, en lo económico, en lo social, en fin, en todo lo que compete a toda una nación, independientemente de su fundamento Constitucional como forma de gobierno democrático o autoritario. Por esta razón, las acciones instauradas por las entidades del Estado de manera permanente se llaman “políticas públicas” y nuestra Constitución no es nacional, sino POLÍTICA.
Por esa razón nadie debe estar ajeno a los sucesos buenos y malos que ocurran y dejen de ocurrir en el diario vivir de nuestro país. Lo político en ese entendido debe ser tratado no solo por quienes se ufanan de ser líderes sociales, sino también del ciudadano del común, del docente, del obrero, del profesional, del independiente, del empleado, del desempleado, de la ama de casa, hasta del mismo clero. Otra cosa es participar de los escenarios electorales, tema que erróneamente se piensa que es la naturaleza de la política, cuando esos procesos, los que falsamente hacen entender que estamos en una democracia, son los que hastían a la mayoría de ciudadanos por la forma irregular (por decir lo menos) como los políticos los practican.
Entonces, terminé dándoles la razón a los dos personajes mencionados, cada uno en sus apartes. Los procesos electorales en muchos casos están impregnados de ambición patrimonial y egoísmo, como un hecho notorio, pero seguirán así mientras pensemos que nadie los puede cambiar, cuando cada uno de nosotros, los electores, tenemos precisamente la cura en nuestras manos al momento de votar. Abstenernos de votar es renunciar al principal derecho que como ciudadanos tenemos y, al mismo tiempo, perdemos la oportunidad para afrontar a futuro nuestra realidad con críticas legítimas. Y votar por malos candidatos es alcahuetear lo malo de la política electoral, la que hace que millones de colombianos dejen la decisión de elegir a la gran minoría.
No necesariamente “perder el voto” es haber votado por quien no alcanzó el cargo o la curul. Muchas veces pierden los municipios, los departamentos y la misma nación, cuando gana quien por malo, no mereció el respaldo mayoritario de los ciudadanos. Y siempre ganará quien vota en conciencia, aunque su candidato pierda la elección.
Excelente articulo. Votar siempre sera la solucion. Te da derecho a exigir y hasta quejarte.