Muchas veces hemos escuchado decir que la poesía no sirve para nada, que solo es un entretenimiento, que es una actividad de ciertos locos que no tienen nada que hacer, o que se trata de retorcer palabras para emborronar papeles.

La gente sensata, racional, practica, emprendedora, profesional, responsable, y un sinnúmero de calificativos más, expresa que lo importante es trabajar, conseguir dinero para asegurar la estabilidad económica de la familia, que tenemos que ahorrar para la vejez, que en esta vida hay que tener poder, y que todo lo demás es lo de menos.

Pero resulta que el ser humano no solo vive de pan, como lo dijera hace miles de años el libro sagrado. El ser humano, en realidad, pertenece a una especie extraña que vive de ilusiones, que no se guía por lo práctico. El ser humano es el único animal que persigue sueños, que busca un paraíso, que crece arrullado por cuentos de hadas, las mujeres buscan su príncipe azul y los hombres buscamos nuestra princesa, la inmensa mayoría de la gente espera milagros, los líderes sociales viven y mueren por la utopía de libertad y la igualdad, otros escriben boleros para decirle a un amor “si me dices ven, lo dejo todo”.

Ese es el ser humano, un ser capaz de dejarlo todo por amor, por una ilusión, por un sueño, al contrario, una persona sin ilusiones, sin sueños, es un cadáver ambulante. Definitivamente, la poesía no es lo de menos, es la expresión más importante del ser humano.

Valga esta introducción para hablar del poeta Florentino Bustos, el máximo bardo de la Ciudad de las Nubes Verdes, y uno de los más importantes del Departamento, que precisamente este 14 de febrero, cumplirá 50 años de su paso a la eternidad.

Hace 50 años, falleció el poeta Florentino Bustos, en la frontera colombo ecuatoriana que ha vivido del comercio y de los sueños, en un paisaje inspirador, en medio de volcanes, nevados, ríos, bajo un cielo limpio y noble para para soñar con la felicidad.

Florentino Bustos no fue ese personaje retraído en un mundo extraño, nuestro poeta asumió su papel de pastor de la palabra, de profeta de los versos, de orador lirico en los escenarios; era infaltable en los actos cívicos importantes, invitado para darle solemnidad a las ceremonias, más que aplausos, buscó cumplir su compromiso histórico y social de devolverle al pueblo el canto de los dioses, para recordar a la gente que hay que aprender a soñar y a amar para ser grandes.

Sus escritos se volvieron artículos, libros, revistas, periódicos, sus palabras clásicas y románticas se volvieron himnos, historia y cultura, y alcanzaron un alto vuelo como palomas mensajeras que viajaron por Colombia, Ecuador y España.

Fue un hombre que nació en el siglo XIX pero con una visión profunda y distante que no se redujo a su comarca, tuvo una larga conversación con los mejores escritores del país y del mundo, así los reconocieron maestros, como Monseñor Justino Mejía y Mejía, José Rafael Sañudo, Sergio Elías Ortiz y María Mercedes Carranza.

Su soneto fue sagrado y rebelde, lleno de pureza y perfección, con una métrica musical y elocuente.

Nos corresponde cuidar la memoria del maestro Florentino Bustos, un personaje orgullo de nuestra tierra, un hombre que cultivó la palabra como una forma de defender el alma de los oscuros pantanos de la desesperanza y la miseria espiritual, con mayor razón en la actualidad, una época de vergüenza, guerra y pandemia.

Luisalfonsocabrera@yahoo.es