“LA EXTORSION INDIGENISTA”.
Por : Jairo Bravo Vélez
“UNA AMENAZA PARA EL CAUCA Y PARA COLOMBIA. PROPUESTA DE UNA SOLUCION RAZONABLE.”
Conocí la existencia de este libro que es, como dice el autor, DOCUMENTO MEMORIA, de la destrucción realizada en Cali y en el Sur-Occidente de Colombia por los indígenas del Cauca y la guerrilla urbana.
Eugenio Trujillo Villegas, es el responsable de la obra, analista político, escritor y conferencista. Autor de varios libros, de muchos artículos y publicaciones que analizan la realidad nacional e internacional. Sus artículos son publicados por reconocidos medios como “Correspondenza Romana, la revista “catolicismo” de Sao Pablo, “Tradición Viva” de España, etc.
Decidí hacer un breve comentario sobre el libro por dos razones: es el primer analista, escritor, periodista, tratadista, que yo sepa, en atreverse a descubrir una realidad, una verdad, un hecho social, conocido por todos, “voz populi”, convertido es silencio social, que es el correvedile en todas las tertulias, pero que nadie se atreve a descubrir. Y, como segunda razón, que refleja fielmente la realidad que nosotros también vivimos, o mejor que igualmente soportamos.
Aunque no compartimos la mayoría de tesis planteadas a lo largo de la exposición que se hace, si vale la pena referirnos a muchos aspectos que sustentan suficientemente el título de la obra porque estoy seguro que no hay nadie que pueda apartarse de esa realidad, expuesta sin ambages, con mucho valor civil y con el propósito de enviar un mensaje claro a la sociedad que ya es hora de que despierte.
Afirma Trujillo Villegas que “los territorios indígenas son un estado paralelo”, es decir que se ha ido conformando un Estado paralelo dentro de las jurisdicciones indígenas. Es decir que el Estado Social de Derecho que nos gobierna y que nos exige cumplimiento de las leyes, permite, en forma excepcional, que estas comunidades se gobiernen a su manera, Autónomamente.
“Esto es exactamente lo que ha venido sucediendo en el Departamento del Cauca, -sigue afirmando el autor- los privilegios, las autonomías concedidas, se convirtieron en un sistema de extorsión y de amedrentamiento para el resto de la población que no es indígena, en razón a que esas comunidades han sido infectadas de un atavismo social y político al margen de la ley, que pretende destruir el orden social vigente en el País”
VIOLACION DE LOS DERECHOS DE LA POBLACION QUE NO ES INDIGENA: “Entonces la pregunta inevitable es la siguiente: ¿dónde están los derechos del resto de la población del Cauca? ¿Es decir, la población negra, la población mestiza y la población blanca, que son absolutamente mayoritarios en el departamento, por acaso es que no tienen derechos?”
Otro tema interesante y que genera discusión se encuentra acuñado cuando afirma: “La estrategia utilizada por los indígenas para realizar las invasiones es siempre la misma. En forma sorpresiva, decenas o centenares de indígenas se toman por la fuerza algún predio rural. Lo primero que hacen es destruir los cultivos que allí existen y robarse los animales, si es que los hay. Destruyen las construcciones, bien sean viviendas, bodegas o establos, para interrumpir la producción agropecuaria del lugar”.
Como solución propone, muy genéricamente, que hay que crear las condiciones para que los indígenas aprovechen mejor su inmenso territorio (1.300 has. En el Cauca). Y que también hay que promulgar una legislación que promueva los desarrollos empresariales y turísticos.
En todo el contexto de la obra solamente se adentra al análisis unilateral de la problemática del Departamento del Cauca, mas olvida que cuando en esa región los cabildos deciden realizar las protestas, los que, por reflejo de la posición geográfica, acarreamos con las consecuencias de ese estado de excepción, somos los nariñenses. Estamos cansados de que se nos atropelle toda la economía de nuestras regiones.
Somos víctimas de la protesta social de los indígenas del cauca y estamos cansados por ello, es lo peor, que nadie en este País responde por los daños que se causa al agricultor, al trabajador asalariado del campo que gana al diario, a los constructores, a los transportadores, a los lecheros, a los dueños de restaurantes, a las empresas que se quiebran, a los comerciantes a los trabajadores en fin, a toda una población que se queda cruzada de brazos y empobrecida.
Los bloqueos frecuentes e inusitados, que han durado hasta dos meses, rompen la cadena productiva del Sur al ser una región totalmente dependiente en cuanto a movilidad, pues el cordón umbilical que nos une es una sola vía de comunicación. Mucho se ha especulado con la construcción de la doble calzada entre Cali e Ipiales que ya debería ser una realidad desde hace muchos años teniendo en cuenta que es la ruta que une a Colombia con los países suramericanos.
El Gobierno del Cambio ha sido contundente en afirmar que la doble calzada Cali- Pasto se hará. Llegó la hora de gestión pronta de las autoridades, de presión de la bancada parlamentaria, de fiscalización y empuje de Cámaras de Comercio y empresarios, más lucha y movilización social para que se cumpla con ese anhelo de tantos años.
Dos conceptos muy positivos que se proponen como solución a largo tiempo son, primero, que el Sur – Occidente debería funcionar como una región integrada y, la segunda, hace referencia a la importancia del Océano Pacífico y afirma que los 1.500 kms. Lineales de extensión son una bendición de Dios pero que hemos vivido de espalda a esa fuente inagotable de riqueza. Las dos soluciones, respetando el concepto del autor, son meras quimeras que un Estado como el nuestro es muy difícil que las materialice.
Por otra parte, y ese fue el propósito inicial de hacer conocer algunos apartes del libro, es que hay mucha coincidencia con las actuaciones entre el sector indígena del Cauca con sus congéneres de nuestra región sur, en nuestra provincia de Obando, conformada por sus trece municipios, todos con cabildos indígenas. Ellos violan el principio universal de que los derechos de las mayorías priman sobre los de las minorías. Aterrizando en nuestro municipio no es posible que 180.000 ipialeños nos veamos sometidos por 7.000 indígenas que constituyen una minoría absoluta, a los cuales les respetamos sus derechos fundamentales, pero necesitamos que en igual forma respeten los nuestros.
Para terminar, necesariamente tengo que hacer alusión a lo ocurrido en la doble calzada Pasto- Rumichaca que no pudo tener final feliz; nos quedamos con un cuello de botella de quince kilómetros, para nosotros, y un poco menos en el otro extremo, pero lo que es peor: nadie dice nada, hay indiferencia total. Parece ser que no conocemos el daño que se nos hizo a nosotros, al Departamento de Nariño y a Suramérica.
A nadie le pedimos cuentas. Nadie se ha responsabilizado. ¿Fue la ANI la responsable, fue el Estado que no ubicó los dineros, fueron los alcaldes de la provincia de Obando que no gestionaron? o ¿FUERON LOS INDIGENAS LOS RESPONSABLES CON SUS AMBICIOSAS, TEMERARIAS, DESPROPORCIONADAS Y OPORTUNISTAS SOLICITUDES O PETICIONES? Alguien debe responder. Les debemos hacer responder.
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