Atendiendo a esa dinámica, no es de extrañar que la narrativa histórica predominante es esencialmente masculina, es decir, escrita y protagonizada por hombres. Pareciera que durante siglos las mujeres solo estuvieron presentes en sucesos importantes al ser las esposas o amantes de alguien, reconocidas únicamente por su belleza y careciendo de muchos otros talentos, poseyendo poca relevancia social e importancia; nada más alejado de la realidad. Así pues, no hay mayor prueba del sesgo existente en esta materia, que el hecho de determinar únicamente la presencia de un género.

Ante este estado de las cosas Gloria Steinmen escribió muy acertadamente en sus memorias, “Las niñas y las mujeres nos dedicamos con tesón a estudiar nuestra propia ausencia”. Este espacio vacío en la memoria histórica es una de las manifestaciones de una sociedad patriarcal, refiriéndome con este término a aquel sistema de dominación que subordina lo femenino frente a lo masculino, considerándolo inferior y siendo el motor para una discriminación estructural.

Las barreras que tenían que enfrentar -y lo hacemos actualmente- se desprenden de los roles de género y estereotipos, siendo estas las herramientas o filtros para la asignación de espacios en base al sexo. Como consecuencia de ello, las mujeres han sido limitadas a ocupar espacios privados como: el hogar y la familia; mientras los espacios públicos han sido predominantemente masculinos, siendo ejemplo de ello los escenarios políticos, educacionales o laborales.

Si ahora nos contextualizamos en el territorio colombiano, la situación toma un matiz aún más preocupante. Nuestro país se ha caracterizado por carecer en gran parte de memoria histórica, las personas olvidan con facilidad y ello dificulta la transformación de nuestro entorno. Si a ello le sumamos la aplicación de las dinámicas descritas anteriormente, nos topamos con una supresión de la mujer en el acceso a oportunidades y casi total en la historia de la nación.

Hace no mucho tiempo el Banco de la República realizó una propuesta con el fin de conmemorar personajes importantes para el país, tal programa consistió en que los ciudadanos, en colaboración, construyeran una enciclopedia online que contuviera sus biografías, para 2018 de las más de 700 biografías, únicamente 57 pertenecían a mujeres.  

Atendiendo a la nocividad de esta exclusión en la manera como se educan a las siguientes generaciones, se convierte en una necesidad repensar la historia, ser críticos con la información que llega a nosotros y reconocer la importancia de aquellos nombres olvidados. 

Me es imposible hablar de todas las mujeres que no recibieron el reconocimiento que merecían, pero podemos dejar sobre la mesa algunos grandes ejemplos, “Son historias con una fuerza avasalladora que nos retan a las mujeres para seguir su huella y a la sociedad para no borrarla” (Bautista, 1954).

En el ámbito nacional resaltan nombres como el de María Antonia Ruiz (1762-1814) “la heroína negra”, formó parte de la lucha independentista y fue reconocida por sus acciones claves para el avance del proceso, Juana Béjar (1782-1819), primera mujer en ejercer cargos de liderazgo dentro del Ejército Patriota, al ser la primera Sargento Mayor de Caballería, Soledad Acosta de Samper (1833-1913) aguerrida escritora y académica Bogotana, María Cano (1886-1967) primera líder política colombiana, Emilia Pardo Umaña (1907–1961) primera mujer en trabajar en la redacción de un periódico colombiano, Débora Arango (1907–2005) pintora contestataria, Virginia Gutiérrez de Pineda (1921-1999), pionera en los estudios feministas, Cecilia Cardinal de Martín (1924-2013), médica promotora de la educación sexual, Marvel Moreno (1939-1995) potente escritora.

Haciendo un énfasis en la región de Nariño, el papel de la mujer en la época independentista es de destacar; al respecto, la historiadora Lydia Inés Muñoz señala que “Las mujeres recogidas durante siglos en el asilo de los ámbitos domésticos, saldrán al ámbito público o al clandestino a través de tertulias o reuniones para ejercer su rol político, de ahí que en los dos bandos, el realismo o el republicanismo, se encontrarán actuando a las mujeres como voluntarias, aquellas que como dice el coronel Manuel Antonio López, eran hermanas militares de la caridad que aliviaron la ímproba tarea de nuestra independencia desde sacar agua y víveres, hacer el rancho, vendar a los heridos y hasta cargar pertrechos y fusiles, y espiar a su manera al enemigo”.

Y si avanzamos un poco más en el tiempo, podremos encontrar personajes como Amalia Santander, maestra precursora de la educación igualitaria independientemente del género. Cecilia Guerrero Orbegozo (1913-1951), reconocida escritora, considerada poetisa mística y fundadora/directora de la revista Ideal Femenino o Blanca Ortiz de Sánchez Montenegro (1908 -1977) poetisa tumaqueña.

Parafraseando lo que alguna vez mencionó Ángela Robledo, los hombres contaron a las mujeres, pero en este momento es necesario que nosotras mismas contemos nuestro papel en el desarrollo del país. 

Debemos luchar contra aquel histórico ostracismo y así lograr reivindicar el esfuerzo que muchas antes de nosotras realizaron. Por nuestras antecesoras y nuestras descendientes, que el olvido no se vuelva a blandir como un arma patriarcal.

                                                                                                       myvelascob@unal.edu.co