Mujer nariñense, víctima de discriminación y violencia

Por : Marcela Velasco Bucheli

Ya en el siglo XX, Simone de Beauvoir había expuesto en su icónica obra “El segundo sexo” a la mujer como una construcción cultural y no como aquel destino natural que aun ahora muchos siguen creyendo.

La mayoría de sociedades divide en dos categorías los rasgos humanos y por medio de esta actividad asigna a cada uno de los sexos -muchas veces de forma arbitraria- aquellas características que considera correctas, siendo este el origen de estereotipos, roles de género y jerarquías donde la masculinidad se posiciona superior.

En base a tal idea de subordinación, perpetuada históricamente, las mujeres se convierten en una población víctima de discriminación y violencia, dando paso a lo denominado “violencia basada en género” (VBG), situación que puede agravarse cuando pertenecen a otros grupos vulnerables (en razón de su raza, etnia, ubicación socioeconómica o edad).

Según el Ministerio de Salud debe categorizarse como “un problema de salud pública [debido a] las graves afectaciones […] que sufren las víctimas; por la gravedad y magnitud con la que se presentan y porque se pueden prevenir”.

Esta puede manifestarse como “cualquier acción u omisión, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial por su condición de mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, bien sea que se presente en el ámbito público o en el privado (Artículo 2° de la Ley 1257 de 2008).

Ahora, centrándonos en nuestro territorio, Nariño ha sido un territorio golpeado durante décadas por múltiples violencias y las VBG no son la excepción. Las cifras siempre habían sido alarmantes, sin embargo, posterior a la pandemia del Covid-19 los hechos alcanzaron puntos desastrosos:

según el observatorio de género de la Universidad de Nariño, en el 2020 se registraron un total de 2.941 casos de violencia contra mujeres, mientras que para 2021, en base a los datos entregados por Fundepaz, esta cifra se incrementaría en un 51%, lo que significaría que, para ese año, por lo menos 8 mujeres al día eran víctimas de estas violencias; siendo el feminicidio el efecto más brutal de este fenómeno, para ese mismo año se registraron entre 14 a 20 casos, datos que carecen de exactitud debido a las contradicciones entre informes oficiales y aquellos dados por organizaciones responsables de su seguimiento.

La dificultad al momento de contrastar información se agrava al tratar el año en curso, dada la prontitud de los hechos y el ya conocido desfase entre fuentes, sumado al hecho que una gran parte de los casos no son reportados o no se cuenta con información al respecto.

Según el reporte semestral de la Dupla Violeta, estrategia de la gobernación de Nariño para enfrentar la VBG han atendido, en la primera mitad del año, a 157 mujeres entre 16 a 57 años, donde su principal agresor o victimario era su pareja o expareja, seguido de familiares y finalmente desconocidos o su empleador.

Mientras que, en cuanto a cifras de feminicidios, hasta abril del presente año podían darse cuenta de 7 casos en el departamento. Pero más allá de un número, los nombres que podían leerse en los encabezados de las noticias resonaban con el dolor propio de una vida que se apaga: María Piedad Aguirre, Ivis Yuliana Estacio Cortez, María Verónica Pai Cabezas, Yinet Angulo, Daniela Castillo, Eliana Ramos, Deysi Castro…

Cada día que transcurre sin que apoyemos estrategias efectivas para contrarrestar la violencia basada en género significa la aparición de nuevas víctimas a las que no pudimos proteger.

En razón de ello son fundamentales 3 ejes para la focalización del trabajo, ello atendiendo a un avance escalonado, puesto que, si lo que buscamos es una alteración social, debemos hacer cambios a nivel individual, comunitario y estatal:

Promover la educación. Lograr mayores canales de información e incrementar el interés sobre temas de género es primordial, un concepto no existe hasta que no es nombrado, por ello es una condición necesaria el lograr educar a las personas en la desnaturalización e identificación de las violencias, en el trato hacia las víctimas y en las rutas de atención.

Apoyo a las redes comunitarias y colectivas sociales. Lograr una articulación fuerte y promoción para los grupos que están al frente de la lucha contra la VBG garantizaría mejores resultados en las acciones que desempeñan (orientación, apoyo a las víctimas, educación, difusión, litigio…), así como un mayor alcance en su conexión e influencia con la comunidad en general.

Mejorar el accionar del Estado. Si bien se ha tratado de dar un pequeño avance en la dirección correcta con la creación de programas y proyectos, aún estamos abismalmente lejos de lograr una respuesta optima por parte de órganos estatales, sus respuestas aún siguen siendo ineficientes y muchas veces improvisadas.

El conocido compromiso de numerosos funcionarios con la formalidad deja muchas veces sin cabida a la materialización de una justicia verdadera. Garantizar el acceso a la justicia para las víctimas es un punto fundamental, pero en este punto es prácticamente un lujo, teniendo en cuenta los reportes de la Fiscalía General de la Nación, entre febrero de 2020 y febrero de 2021, el esclarecimiento en los casos de VBG que divide entre violencia intrafamiliar (VIF) y violencia sexual fue del 11.47% y del 10.89% respectivamente.

Detrás de cada cifra se encuentra un alma rota, impotencia y lágrimas. Quitarnos aquella venda de ignorancia es nuestra responsabilidad como miembros de una sociedad cuya cultura se ha formado alrededor del dolor de miles de mujeres, convirtámonos en aquel eslabón que rompe la cadena de violencia, seamos seres sensibles a la realidad y activos en el cambio.

                                                                                                       myvelascob@unal.edu.co

 

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