Esa fatídica fecha las fuerzas militares chilenas, unidas, al medio día, bombardearon el Palacio de la Moneda, acto criminal que se prolongó por cerca de quince minutos.  El golpe militar, orquestado por los Estados Unidos con Richard Nixon, fue presidido por el general Augusto Pinochet, comandante general del Ejército y hombre de confianza de Salvador Allende, quien instauró un régimen militar autoritario, delincuencial, que se distinguió por las múltiples violaciones a los derechos humanos.

Ese mismo día el presidente marxista se suicida esperando valiente y patrióticamente a los invasores para dejarle al mundo y a la historia testimonio del rompimiento brutal de la democracia en su país y de la voluntad de un pueblo por asesinos armados de toda clase de brutales armas.   

La dictadura de Pinochet se extendió durante casi dos décadas y provocó más de cuarenta mil víctimas según datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile – INDH -. Fue un régimen de terror entre asesinatos, desaparecimientos, torturas, violaciones, persecuciones, vejámenes.

Se creó el DINA o sea la Dirección de Inteligencia Nacional, encargada de perseguir y eliminar cualquier forma de oposición al régimen. Así actúa el fascismo en todas partes del mundo.

El día del golpe criminal los más destacados intelectuales de Santiago de Chile, desesperados, incrédulos, se fueron reuniendo en la Universidad Técnica del Estado- UTE- donde pasaron la noche analizando, divagando, protestando. Naturalmente ahí estaba, no podía faltar, la figura inmortal de Víctor Lidio Jara Martínez, el músico, cantautor, profesor, escritor y director de teatro. Referente internacional de la canción protesta, de la canción social, de la canción rebelde, de la canción que se lamenta del dolor humano.

Víctor Jara, como se le conoce, se atrevió a escribir y a cantar: “Te recuerdo Amada”, “pongo en tus manos abiertas”, “el pueblo unido jamás será vencido”, “plegaria a un labrador”, “el derecho de vivir en paz”, 2manifiesto2, y muchas más obras literarias.  

Más de seiscientos de estos intelectuales fueron brutalmente trasladados de la universidad al estadio de Chile torturándolos y propinándoles toda clase de ignominias y en ese trance un chafarote abyecto golpista alcanzó a reconocer al cantante del pueblo y de inmediato lo cogió a golpes despiadados hasta cuando llega al estadio casi moribundo.

No contentos con la tortura inicial lo llevan a una solitaria pieza, lo siguen golpeando para luego obligarlo a colocar sus manos sobre una mesa y un criminal torturador, hacha en mano, de un golpe, le cercena los dedos de la mano derecha y de igual forma los de la izquierda. Más tarde las investigaciones dirán que un testigo narró la macabra escena haciendo notar que los dedos del guitarrista cuando cayeron al suelo tenían movimiento. Los criminales dijeron que esa acción despiadada era para que nunca volviera a tocar su guitarra y, para que nunca se oyera su voz, le cortaron la lengua.

Torturado de esa forma el autor de plegaria al labrador, antes de su último suspiro, entre la vida y la muerte, fue capaz de decirle a la humanidad genialmente y para siempre:

“Canto que mal me sales, cuando tengo que cantar, espanto. espanto como el que vivo, como el que muero. espanto de verte entre tantos y tantos momentos de infinito. en que el silencio y el grito, son las metas de este canto. lo que veo nunca vi, lo que he sentido y lo que siento, hara brotar el momento”

Y el momento brotó con el ruido terrorífico de cuarenta y cuatro disparos que se le hicieron a su desvalido cuerpo que solo conservaba aún la genial brillantez de su inteligencia y talento. Con razón diría el poeta, con el tiempo, “creyeron que te mataron y te hicieron inmortal”.

La humanidad te recuerda por tu canto por los desfavorecidos de este mundo desigual, egoísta, cobarde y timorato. Tus cercenados dedos se han esparcido por la tierra sembrando con cada guitarra amor y esperanza y dándole a cada torturador del mundo, no con la misma moneda, sino con notas melodiosas de cada una de sus cuerdas para que algún día suene la canción melodiosa de la paz.

No mutilaron tus dedos, multiplicaron el sonido de tu guitarra en cada cuerda que en cualquier lugar del mundo alguien tan genial como tú, o no, la tenga entre sus manos y le arranque melodiosas notas para sosiego y descanso de los hombres. Nunca para la violencia y la maldad.

El mundo seguirá escuchando tu voz así el bruto haya creído estúpidamente que al cortar tu lengua acallaría tus mensajes. Se equivocaron porque retumbará en cada fascista y troglodita que quiera silenciar la voz de los inconformes y el canto genial y talentoso de los rebeldes que como Atahualpa Yupanqui dijeron que no soportamos más que los pobres escupan sangre para que otros vivan mejor.

Seguirán existiendo en el mundo torturadores que quieran acallar a miles de Jaras que se propagan en cada espacio de este planeta, pero no pasarán; los demócratas, que somos más, estaremos allí para defender los derechos fundamentales de nuestros conciudadanos.

Se multiplican en nuestra amada Colombia los líderes que defienden a la población marginada y víctima de los atropellos, aunque a muchos les hayan silenciado para siempre físicamente; mas no podrán acabar con el legado que dejan.

También en nuestra amada Colombia hay “Pinoches” disfrazados de Palomas, de Cabales, de demócratas, pero que en la práctica buscan estatizar la marcha incontrolable de la democracia y el avance galopante de la implantación de la inclusión, del respeto por los derechos humanos, de la verdadera protección a la niñez desvalida y a los ancianos desprotegidos.

El respaldo valiente al campesino y el derecho inalienable a tener una tierra útil, en fin, el derecho a la educación y a la salud porque necesitamos hombres y mujeres del mañana educados y saludables para darle un escupitajo final a la opresión.

El soldado chileno José Adolfo Paredes Márquez participó en las horribles torturas a Víctor Jara y finalmente a su vil y execrable asesinato, con sevicia y alevosía. Su nombre lo recordará la historia para que nunca aparezcan más indeseables seres humanos como él y menos criminales de lesa humanidad como aquellos que le ordenaron la vil ejecución.

 jairobravo2010@hotmail.es